domingo, 17 de mayo de 2020

Trabajar con nuestro niño interior

Muchos de los males y preocupaciones que tenemos como adultos son debidos a que hemos olvidado la alegría de vivir, la inocencia y la naturalidad que teníamos cuando éramos niños. Nos hemos adaptado al mundo de ahí fuera y hemos perdido, en la mayoría de los casos, la conexión con el niño que éramos, con el placer del estar por estar, vivir por vivir, e ilusionarnos por cada nuevo descubrimiento que hacíamos cada vez que aparecía algo diferente ante nuestros ojos.

 

Pero nuestro niño interior no ha desaparecido, no ha dejado paso al adulto y se ha ido sin más, sino que se ha convertido en un componente oculto y reprimido, en la mayoría de los casos, de nuestra personalidad al cual no le damos salida.

 

El efecto del niño interior

 

El niño que llevamos dentro no entiende mucho el mundo de los adultos, y si se siente desorientado, desorienta al “yo” (ego, personalidad) que somos sin que nos demos cuenta. El niño interior nos pide que juguemos con la vida y con todo lo que nos rodea, que no nos tomemos tan en serio cada una de las situaciones en las que nos encontramos y hagamos una montaña de cada una de ellas, porque el niño interior sabe que todo no es más que una ilusión.

 

Nuestro niño interior quiere sentirse querido, abrazado y escuchado. Cuando reprimimos los impulsos del niño interior, el adulto se convierte a veces en alguien frío, distante, o que constantemente se queja de todo lo que le pasa. Las heridas emocionales que sufrimos cuando éramos críos también siguen ocultas y latentes en la personalidad del niño que llevamos dentro, y estas salen a la superficie muchas veces en forma de creencias, comportamientos, miedos y limitaciones de todo tipo.

 

Para decirlo de forma clara, el niño interior es un ser real que habita en el fondo de nuestra psique, que tiene voz propia y que se mantiene ahí intentando ser escuchado, y no reprimido.

 

Conectando con el niño interior:


Me gustaría recomendar una meditación muy potente que nos ayudará a comprender a nuestro niño interior y que mensaje tiene para nosotros. Si no has meditado nunca no te preocupes, verás que es muy fácil hallar esta conexión y descubrir los múltiples sentimientos y mensajes que te están aguardando.

 

Nuestro niño habita, o mejor dicho, puede ser contactado, a través de nuestro corazón. A nivel energético, podríamos decir que la parte de la consciencia que representa la energía de nuestro niño tiene un punto de acceso situado en el chakra del corazón, así que ahí es donde podemos ir a buscarla.

 

Relájate, entra en meditación y visualiza un camino, escalera, túnel, puerta (lo que mejor te vaya) que represente la forma de llegar hasta tu corazón (como si fuera un camino real, un sitio físico al cual se puede llegar). Ve hacia allí, entra, observa dónde estás.


Sea como sea el lugar en tu corazón que te has imaginado, llama a tu niño interior. Estará jugando por algún sitio. Imagínatelo delante tuyo, ¿cómo es la escena? ¿qué imagen tiene? ¿cómo eres? ¿tienes 3, 5 o 7 años? ¿qué estás haciendo? Establece una conversación imaginaria con él. ¿Qué te dice? ¿qué sentimientos te comunica? Quizás te vengan imágenes o emociones más que palabras. Es totalmente correcto, simplemente trata de entender que te está diciendo tu niño interior y cual es el mensaje a comprender.


Escucha a tu niño y trata de ver cómo se siente, ¿está triste? ¿está contento? ¿está confuso? Tal y como él se sienta, probablemente te sentirás tu en algún nivel que quizás ahora no puedas llegar a identificar. Trabaja con tu niño para liberar esas emociones que no han salido a la luz y verás cómo tu vida cambia para mejor. Haz la meditación tantas veces como sea necesario, y los cambios serán asombrosos.


Fuente: David Topi.

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