El trabajo del niño interior es IMPRESCINDIBLE, esto quiere decir que lo tenemos que hacer sí o sí, que es indispensable para poder reconectar con nuestro corazón, que es el motor, el origen, el centro que simboliza las cualidades esenciales e incorruptibles del ser humano.
El corazón simboliza el AMOR Es una energía creadora, es una energía agradecida, compasiva, dadora. Cuando estamos conectados con el AMOR y proyectamos AMOR creamos un circuito que conecta con el amor del otro y genera algo nuevo, algo con más amor, algo más grande.
Para volver a conectar con nuestro niño interior auténtico, con nuestra esencia y auténtico ser, tenemos que entender cómo hicimos para perder el contacto con él inicialmente. Es decir, entender cómo se escondió esa parte nuestra para poder manejar el dolor de nuestro niño interior herido y cómo fue construyendo una coraza/máscara o personalidad para poder relacionarse con el entorno que nos había tocado.
Así pues, reconectar con el niño interior implica varios pasos:
1. Identificar a ese niño, tanto si está retraído, como si tiene mucho dolor y quiere rebelarse haciendo a otros el daño que ha recibido.
2. Entender las circunstancias de este niño: saber cómo se sentía en el entorno que le había tocado, asimilar qué le hizo actuar de la manera en que lo hizo, y qué tuvo que dejar atrás al tomar la decisión que tomó.
3. Dejar salir el dolor, hacer el duelo, permitir transformar las emociones desagradables o dolorosas que se quedaron ahí bloqueadas: el miedo, el enfado, la tristeza, la preocupación por no tener recursos para afrontar la situación y la falta de alegría.
4. Hacer un compromiso con ese niño interior para darle su lugar, su espacio, su atención, su aprecio, su aceptación, el AMOR QUE NO TUVO.
5. Proponer una reparación mediante una nueva acción, ritual, comportamiento o hábito que permita crear una nueva forma de hacer las cosas.
Cuando reparamos en la carencia, cuando dejamos salir el dolor o cuando prestamos la atención necesaria, se recupera la energía vital del niño interior divino, nuestra esencia; se recuperan nuestras cualidades esenciales: la alegría, la curiosidad, la espontaneidad, la inocencia, la generosidad, la capacidad de expresar amor, la confianza… En suma, nuestro mejor ser.
Resumiendo: recuperar
al niño interior es revisitar nuestra infancia, darnos cuenta de qué
vivimos entonces, qué sentimos y cómo lo manejamos, conectar con las
emociones que se han quedado bloqueadas, dejarlas salir y proporcionarle
a ese niño interior el amor que no tuvo, para que pueda crecer,
desarrollarse y fusionarse con nuestra parte adulta y así tener un
sentido de identidad integrado, coherente y que esté en armonía consigo
mismo y con los demás.
Fuente: Victoria Cardoso - Libro Abraza tu niño interior.
Publicar un comentario