lunes, 18 de mayo de 2020

Las Heridas de la Infancia

Todos tenemos heridas generadas en nuestra infancia, aunque digas que tuviste unos padres excelentes, una linda familia, tengo que decirte que estás condicionado por todo lo que has vivido en esta etapa y de las cuales es necesario hacerlas concientes para poder sacar la carga energética que crea los patrones de atracción de lo que hoy existe en tu presente, a nivel salud, relaciones, trabajo, familia, etc.

 

La vida es una escuela y ella nos da la posibilidad de aprender a través de las experiencias que nos han dolido, donde hay carencias; experiencias que nos cuestan asimilar. Es lo que la vida nos ofrece para que llevemos adelante nuestro plan de evolución.

 

A través de nuestro proceso evolutivo, que nos lleva al despertar de la consciencia, vamos desarrollando el Amor verdadero, la Sabiduría y nuestra completitud para, estar totalmente arraigados a la tierra misma, y desde ahí caminar hacia nuestro encuentro.

 

Cuando iniciamos el proceso de sanar e integrar a nuestro niño interior, el primer paso requiere de buscar y bucear en las profundidades de nuestro inconsciente, ya que ahí es donde hemos dejado, en un estado oculto, todas las heridas, traumas y situaciones que nos han marcado, como así también nuestros dones y talentos. Hemos escondido aquellas partes que nos componen y que no queremos ver por miedo a ser rechazados, juzgados y abandonados.

 

Existen dos formas de recorrer el proceso que llamamos vida, de forma inconsciente o conscientemente, la diferencia está en que si no eres consciente, la vida te va a dar sacudones, donde vas a caer, vas a perder el rumbo, te vuelves inestable, vives en un constante estrés, todo esto te llega y no entiendes por qué tiene que ser así, por qué la vida se empeña en hacerte sufrir, y vas dando vueltas sin llegar a ningún lado.

 

Mientras las heridas estén sin sanar en tu interior, puedes darte cuenta de que están en ti, puedes sentir su incidencia y ver como se manifiesta en tu vida con el siguiente ejemplo, si una persona fue abandonada siendo niño, va a asumir que no es querido y menos valorado, y cuando sea un adulto esa marca lo está acompañando, haciéndolo atraer relaciones que va constatar su estado emocional de abandono para, llevarlo a resentir la falta de amor y aceptación.

 

Cuando ya somos adultos, configuramos nuestro presente con la información que hemos aprendido en nuestro pasado, es decir, estoy repitiendo los mismos programas y patrones que me inculcaron, me marcaron, y por lo tanto, configuran lo que hoy soy. Tú estás creando.

 

Si no haces tu trabajo de ir sacando toda la información errónea que está en tu subconsciente, si no dejas un espacio para cuestionarte lo que aún no tienes resuelto, la vida se encargará de recordártelo a través de una relación, los hijos, la familia, el trabajo, etc.

 

Para cada encarnación, como almas venimos con una determinada cantidad de lecciones a resolver; y la etapa de nuestra infancia es donde se crean los parámetros que nos llevarán a vivir esas lecciones como experiencias de vida. Y lo que hemos vivido en la infancia, lo memos guardado y no queremos saber al respecto pero, la vida se encarga de recordarnos a cada día, a través de las situaciones, experiencias y estados, que tenemos que despertar y empezar a caminar en nuestro proceso evolutivo.

 

Siempre vamos tras de lo que no queremos ver, el dolor del Alma que hay dentro, el mismo podemos identificarlo como: Dolor de abandono (soledad, tristeza). Dolor de seguridad (fuerza, potencia). Y dolor de valoración.

 

Las heridas que se generan a los tres años.

El buen o mal funcionamiento de nuestro primer chakra va a depender de la esta primer etapa, desde la  concepción hasta los tres años. El primer chakra esta situado en la base del perineo. Este centro nos permite sentirnos conectados a la tierra, vivos y con un sano sentido de merecimiento, o nos mantiene bloqueados en un miedo y un estrés constante, con una sensación de peligro inminente y otra de desubicación o incluso de no tener derecho a la existencia.

 

Si la madre ha vivido mucha tensión durante el embarazo, si ha pasado sus días vencida por temores a enemigos externos o posibles peligros, si ha perdido bebés antes del nacimiento de su hijo, si ha tenido un parto complicado con riego para su vida o para la de su bebé, etc., anulará su capacidad de contribuir a la sabiduría de este chakra en su hijo, dejándole como primera herencia una huella incómoda que dificultará a este nuevo ser se sienta capaz de salir al mundo tranquilo, dispuesto a ser quien ha nacido para ser.

 

Esta herida se manifiesta en nuestro día a día, sin darnos cuenta de su accionar, estamos siempre ante la necesidad de llenar los vacíos. Por ejemplo, si hemos sufrido el abandono, vamos a realizar todo lo necesario para no sentir el dolor de la soledad y la tristeza. Nos vestimos con un personaje en la cual necesitamos caer bien a todo el mundo, más allá de que nos guste o no, y más allá de nuestra integridad. Nos condicionamos a cumplir este rol para no sufrir el abandono pero, nos damos cuenta que esta actitud no nos lleva a nada, y podemos constatarlo porque nos sentimos aún más vacío que antes, frustrados y agotados.

 

Estamos en la constante de no sentir el dolor del abandono, le tenemos miedo al resentir, huimos, hacemos todo lo posible para no entrar y pasar por él. Y lo paradójico es que si asumes una actitud de entrar y pasar por ese túnel de dolor, cuando haces la transición, lo que viene es la paz, la liberación, rompes con el condicionamiento de mendigar amor, aceptación y seguridad.

 

Sanar las heridas de nuestra infancia es la misión de nuestra vida. No tenemos otra misión que nosotros mismos, muchas veces queremos hacer cosas afuera para callar nuestras angustias pero, no se va a callar nunca haga lo que hagas fuera.

 

 

Las heridas que se generan a los siete años.

En esta etapa de los tres hasta los siete años, el padre ejerce su mayor influencia sobre la formación de las creencias profundas de su hijo. Es cuando el niño experimenta una profunda sensación de ruptura al percibir la dualidad, al descubrir que su mamá y su papá son personas distintas a él.

 

Este quebranto reactiva una herida profunda que aportamos todos los humanos en lo más profundo de nuestro corazón, una herida donde su dolor nos recuerda de que logremos lo que logremos en esta experiencia carnal, el auténtico camino, el que debemos recorrer, es el que nos devuelva al Hogar.

 

En lugar de hacerle pensar que el mundo y la vida son una batalla cruel y agotadora, el niño podrá adoptar una creencia potenciadora que le recuerde que el mundo es un lugar abundante en el que, desde la coherencia, desde el trabajo u otro tipo de valores sanos, puede obtener lo que necesita.

 

Si el padre se manifiesta ausente para con su mujer y su hijo, el niño sentirá que él no es lo suficientemente importante y esto generará una marca en su autoestima. Podrá pensar que todo lo externo se antepone a lo interno, que no es lo suficientemente interesante para tener la atención de ese padre al que él ama y que tan imprescindible y admirable le resulta en este período.

 

Si cuando el padre llega regaña a su hijo por lo que ha hecho o ha hecho mal y le grita, o le agrede de cualquier forma, el hijo pasará sus días sumido en su miedo creciente que le bloqueará emocionalmente e imposibilitará un desarrollo de sus facultades y su autoestima.

 

Los niños no saben que ellos no son en ningún caso los responsables de la infelicidad de los padres, como tampoco saben que, hagan lo que hagan, no está en su mano deshacer la trampa en la que han caído sus progenitores. Y es desde este deseo desde el que tantos hijos se hacen cargo de sus padres asumiendo, desde edades muy tempranas, un rol para el que no están preparados y que, desde luego, no les corresponde: el de responsables de la felicidad de sus padres, el de sus sostenedores, confesores y salvadores. Pues no podemos responsabilizarnos más que de nuestra propia felicidad y no podemos, jamás, otorgarles a otros la suya.

 

El niño también tiene ya la capacidad de discernimiento, el niño quiere sentirse escuchado, respetado, y ser tenido en cuenta. Quiere sentirse que es observado y valorado.

 

Llegados hasta aquí y haber tomado consciencia de nuestras heridas, patrones y programas que hoy nos condicionan, vamos a realizar un ejercicio para integrar todo lo que esté a nuestro alcance. ¡Empecemos!

 

Ejercicio 1:

1-Relajas el cuerpo y luego la mente. Puedes respirar de forma consciente e ir aflojando y liberando las tensiones del cuerpo.

 

2-Cuentas de forma descendente del 10 al 1, e imaginas que vas bajando por los peldaños de una escalera, y que la misma te lleva a tu subconsciente.

 

3-Una vez en el espacio de tu subconsciente, y donde has ocultado tus heridas. Vas a traer la imagen tu niño de tres años, puedes quizás ayudarte con una fotografía. Vas a representar a ese niño de tres años en tu pantalla mental.

 

4-Poco vas entrando en lo que estas viendo, en tu pantalla mental, vas a acercarte a tu niño, primero te vas a dar cuenta si él te mira a los ojos, si percibe que estás con él. Si no te ve y/o no te percibe, haz lo que sea necesario para que él pueda verte a los ojos. Sin forzar, con suavidad y ternura.

 

5-Ahora, vas a escanear cómo se siente tu niño, cómo esta vestido, su rostro esta enojado o triste, tiene miedo. Solo observa y percibe todo lo que esté a tu alcance. Si esta triste, tiene miedo, se siente solo, perdido, etc. Lo que sea que encuentres, tu actitud es siempre la de observar sin juicios, solo tienes que ser consciente del dolor que ese niño siente y trae consigo. Es tu tarea la de ayudarlo a salir de ese estado. Pueden venir a ti imágenes, información y/o sensaciones que ayuden al proceso, también observa sin juicios, sin buscar culpables o responsables. Déjate llevar por el proceso.

 

6-En esta instancia, es el momento de llevar a ese niño a tus brazos, y transmitirle todo tu amor, contención, confianza y cuidados, hazle sentir que ahora tiene a alguien a quien recurrir, en el momento que sea.

 

7-Vas a mirarle a los ojos y a decirle mentalmente: Que las cosas que le hacen mal, que le lastiman y que le dan miedo, ya no van a venir. Y que ahora estas tú para protegerlo, cuidarlo y amarlo. Vas a ver como ese niño te mira dándote la certeza de que entiende cada una de las palabras que dices.

 

8-Lentamente, vas a invertir los roles, vas a pasar a ser ese niño que está en brazos de su adulto, y que escucha que lo van a cuidar, a proteger y a amar, sentí cada una de esas palabras y nace en ti la certeza de que no estás solo, que hay alguien que responde por ti.

 

9-Respira profundamente y disfruta de este momento.

 

10-Lentamente, vas a invertir los roles, y vas a ser nuevamente tu adulto. Ambos se van a mirar, van a sonreír, y van a fundirse en un fuerte abrazo.

 

11-Para cerrar los ciclos y dejar de demandar a la vida, y para sentirnos  plenos y libres, le vas a decir mentalmente, mirándolo a los ojos: “Me siento orgulloso de ti, de todo lo que has vivido, de todas tus experiencias. Dime cómo lo has pasado; yo ahora lo asumo; yo ahora me hago cargo de todo lo vivido; yo ahora lo puedo transmutar”.

 

12-Antes de finalizar, vas a tomar a tu niño, vas a ver como se empieza a hacer más pequeño, cada vez más, hasta caber en la palma de tu mano. Luego, vas a llevarlo al centro de tu corazón, que es donde va a quedar a partir ahora, es ahí donde vas a buscarlo para saber cómo se encuentra y qué necesita.

 

13-Una respiración más, y cuando creas conveniente vas a abrir tus ojos.

 

Nota: Este ejercicio es necesario realizarlo todos los días, y por lo menos, durante seis meses. Y también, cada vez que se presente una situación que tengas que resolver, vas a traer a tu niño de siete años y le vas a decir: “Esto lo afrontamos los dos, juntos.”

 

Ejercicio 2: Liberar creencias limitantes:

1-Toma todo el tiempo que sea preciso (no intentes hacerlo en un solo día) para ir  enumerando, en papel, todas las creencias que rigen tu personalidad y tu vida.

 

2-Una vez que las tengas recuerda cuando y desde de qué o quién surgieron. No importa si son educacionales o si se gestaron a raíz de una mala experiencia o si las asumiste porque era lo políticamente correcto o lo que pensaba la mayoría, sea cual sea su raíz toma nota de ella.

 

3-Revisa qué ganas manteniéndolas.

 

4-Plantéate qué pasaría si renunciaras a ellas o las cambiaras por otras. ¿Qué personas estarían en desacuerdo con esos cambios? ¿Qué tipo de personas o circunstancias entrarían en tu vida a raíz de esos cambios? ¿Qué podrías descubrir de ti al cambiar esos dogmas y esas actitudes?


5-Sobre todo no te empeñes en mantenerlas, date el permiso de descubrir que la vida y tú podéis ser de otra forma.

Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only