Todos tenemos heridas generadas en nuestra infancia,
aunque digas que tuviste unos padres excelentes, una linda familia, tengo que
decirte que estás condicionado por todo lo que has vivido en esta etapa y de
las cuales es necesario hacerlas concientes para poder sacar la carga
energética que crea los patrones de atracción de lo que hoy existe en tu
presente, a nivel salud, relaciones, trabajo, familia, etc.
La vida es una escuela y ella nos da la posibilidad de
aprender a través de las experiencias que nos han dolido, donde hay carencias;
experiencias que nos cuestan asimilar. Es lo que la vida nos ofrece para que
llevemos adelante nuestro plan de evolución.
A través de nuestro proceso evolutivo, que nos lleva
al despertar de la consciencia, vamos desarrollando el Amor verdadero, la
Sabiduría y nuestra completitud para, estar totalmente arraigados a la tierra
misma, y desde ahí caminar hacia nuestro encuentro.
Cuando iniciamos el proceso de sanar e integrar a
nuestro niño interior, el primer paso requiere de buscar y bucear en las
profundidades de nuestro inconsciente, ya que ahí es donde hemos dejado, en un
estado oculto, todas las heridas, traumas y situaciones que nos han marcado,
como así también nuestros dones y talentos. Hemos escondido aquellas partes que
nos componen y que no queremos ver por miedo a ser rechazados, juzgados y
abandonados.
Existen dos formas de recorrer el proceso que llamamos
vida, de forma inconsciente o conscientemente, la diferencia está en que si no
eres consciente, la vida te va a dar sacudones, donde vas a caer, vas a perder
el rumbo, te vuelves inestable, vives en un constante estrés, todo esto te
llega y no entiendes por qué tiene que ser así, por qué la vida se empeña en
hacerte sufrir, y vas dando vueltas sin llegar a ningún lado.
Mientras las heridas estén sin sanar en tu interior,
puedes darte cuenta de que están en ti, puedes sentir su incidencia y ver como
se manifiesta en tu vida con el siguiente ejemplo, si una persona fue
abandonada siendo niño, va a asumir que no es querido y menos valorado, y
cuando sea un adulto esa marca lo está acompañando, haciéndolo atraer
relaciones que va constatar su estado emocional de abandono para, llevarlo a
resentir la falta de amor y aceptación.
Cuando ya somos adultos, configuramos nuestro presente
con la información que hemos aprendido en nuestro pasado, es decir, estoy
repitiendo los mismos programas y patrones que me inculcaron, me marcaron, y
por lo tanto, configuran lo que hoy soy. Tú estás creando.
Si no haces tu trabajo de ir sacando toda la
información errónea que está en tu subconsciente, si no dejas un espacio para
cuestionarte lo que aún no tienes resuelto, la vida se encargará de
recordártelo a través de una relación, los hijos, la familia, el trabajo, etc.
Para cada encarnación, como almas venimos con una
determinada cantidad de lecciones a resolver; y la etapa de nuestra infancia es
donde se crean los parámetros que nos llevarán a vivir esas lecciones como
experiencias de vida. Y lo que hemos vivido en la infancia, lo memos guardado y
no queremos saber al respecto pero, la vida se encarga de recordarnos a cada
día, a través de las situaciones, experiencias y estados, que tenemos que
despertar y empezar a caminar en nuestro proceso evolutivo.
Siempre vamos tras de lo que no queremos ver, el dolor
del Alma que hay dentro, el mismo podemos identificarlo como: Dolor de abandono
(soledad, tristeza). Dolor de seguridad (fuerza, potencia). Y dolor de
valoración.
Las heridas que
se generan a los tres años.
El buen o mal funcionamiento de nuestro primer chakra
va a depender de la esta primer etapa, desde la
concepción hasta los tres años. El primer chakra esta situado en la base
del perineo. Este centro nos permite sentirnos conectados a la tierra, vivos y
con un sano sentido de merecimiento, o nos mantiene bloqueados en un miedo y un
estrés constante, con una sensación de peligro inminente y otra de desubicación
o incluso de no tener derecho a la existencia.
Si la madre ha vivido mucha tensión durante el
embarazo, si ha pasado sus días vencida por temores a enemigos externos o
posibles peligros, si ha perdido bebés antes del nacimiento de su hijo, si ha
tenido un parto complicado con riego para su vida o para la de su bebé, etc.,
anulará su capacidad de contribuir a la sabiduría de este chakra en su hijo,
dejándole como primera herencia una huella incómoda que dificultará a este
nuevo ser se sienta capaz de salir al mundo tranquilo, dispuesto a ser quien ha
nacido para ser.
Esta herida se manifiesta en nuestro día a día, sin
darnos cuenta de su accionar, estamos siempre ante la necesidad de llenar los
vacíos. Por ejemplo, si hemos sufrido el abandono, vamos a realizar todo lo
necesario para no sentir el dolor de la soledad y la tristeza. Nos vestimos con
un personaje en la cual necesitamos caer bien a todo el mundo, más allá de que
nos guste o no, y más allá de nuestra integridad. Nos condicionamos a cumplir
este rol para no sufrir el abandono pero, nos damos cuenta que esta actitud no
nos lleva a nada, y podemos constatarlo porque nos sentimos aún más vacío que
antes, frustrados y agotados.
Estamos en la constante de no sentir el dolor del
abandono, le tenemos miedo al resentir, huimos, hacemos todo lo posible para no
entrar y pasar por él. Y lo paradójico es que si asumes una actitud de entrar y
pasar por ese túnel de dolor, cuando haces la transición, lo que viene es la
paz, la liberación, rompes con el condicionamiento de mendigar amor, aceptación
y seguridad.
Sanar las heridas de nuestra infancia es la misión de
nuestra vida. No tenemos otra misión que nosotros mismos, muchas veces queremos
hacer cosas afuera para callar nuestras angustias pero, no se va a callar nunca
haga lo que hagas fuera.
Las heridas que
se generan a los siete años.
En esta etapa de los tres hasta los siete años, el
padre ejerce su mayor influencia sobre la formación de las creencias profundas
de su hijo. Es cuando el niño experimenta una profunda sensación de ruptura al
percibir la dualidad, al descubrir que su mamá y su papá son personas distintas
a él.
Este quebranto reactiva una herida profunda que
aportamos todos los humanos en lo más profundo de nuestro corazón, una herida
donde su dolor nos recuerda de que logremos lo que logremos en esta experiencia
carnal, el auténtico camino, el que debemos recorrer, es el que nos devuelva al
Hogar.
En lugar de hacerle pensar que el mundo y la vida son
una batalla cruel y agotadora, el niño podrá adoptar una creencia potenciadora
que le recuerde que el mundo es un lugar abundante en el que, desde la
coherencia, desde el trabajo u otro tipo de valores sanos, puede obtener lo que
necesita.
Si el padre se manifiesta ausente para con su mujer y
su hijo, el niño sentirá que él no es lo suficientemente importante y esto
generará una marca en su autoestima. Podrá pensar que todo lo externo se
antepone a lo interno, que no es lo suficientemente interesante para tener la
atención de ese padre al que él ama y que tan imprescindible y admirable le
resulta en este período.
Si cuando el padre llega regaña a su hijo por lo que
ha hecho o ha hecho mal y le grita, o le agrede de cualquier forma, el hijo
pasará sus días sumido en su miedo creciente que le bloqueará emocionalmente e
imposibilitará un desarrollo de sus facultades y su autoestima.
Los niños no saben que ellos no son en ningún caso los
responsables de la infelicidad de los padres, como tampoco saben que, hagan lo
que hagan, no está en su mano deshacer la trampa en la que han caído sus
progenitores. Y es desde este deseo desde el que tantos hijos se hacen cargo de
sus padres asumiendo, desde edades muy tempranas, un rol para el que no están
preparados y que, desde luego, no les corresponde: el de responsables de la
felicidad de sus padres, el de sus sostenedores, confesores y salvadores. Pues
no podemos responsabilizarnos más que de nuestra propia felicidad y no podemos,
jamás, otorgarles a otros la suya.
El niño también tiene ya la capacidad de
discernimiento, el niño quiere sentirse escuchado, respetado, y ser tenido en
cuenta. Quiere sentirse que es observado y valorado.
Llegados hasta aquí y haber tomado consciencia de
nuestras heridas, patrones y programas que hoy nos condicionan, vamos a
realizar un ejercicio para integrar todo lo que esté a nuestro alcance.
¡Empecemos!
Ejercicio 1:
1-Relajas el cuerpo y luego la mente. Puedes respirar
de forma consciente e ir aflojando y liberando las tensiones del cuerpo.
2-Cuentas de forma descendente del 10 al 1, e imaginas
que vas bajando por los peldaños de una escalera, y que la misma te lleva a tu
subconsciente.
3-Una vez en el espacio de tu subconsciente, y donde
has ocultado tus heridas. Vas a traer la imagen tu niño de tres años, puedes
quizás ayudarte con una fotografía. Vas a representar a ese niño de tres años
en tu pantalla mental.
4-Poco vas entrando en lo que estas viendo, en tu
pantalla mental, vas a acercarte a tu niño, primero te vas a dar cuenta si él
te mira a los ojos, si percibe que estás con él. Si no te ve y/o no te percibe,
haz lo que sea necesario para que él pueda verte a los ojos. Sin forzar, con
suavidad y ternura.
5-Ahora, vas a escanear cómo se siente tu niño, cómo
esta vestido, su rostro esta enojado o triste, tiene miedo. Solo observa y
percibe todo lo que esté a tu alcance. Si esta triste, tiene miedo, se siente
solo, perdido, etc. Lo que sea que encuentres, tu actitud es siempre la de observar
sin juicios, solo tienes que ser consciente del dolor que ese niño siente y
trae consigo. Es tu tarea la de ayudarlo a salir de ese estado. Pueden venir a
ti imágenes, información y/o sensaciones que ayuden al proceso, también observa
sin juicios, sin buscar culpables o responsables. Déjate llevar por el proceso.
6-En esta instancia, es el momento de llevar a ese
niño a tus brazos, y transmitirle todo tu amor, contención, confianza y
cuidados, hazle sentir que ahora tiene a alguien a quien recurrir, en el
momento que sea.
7-Vas a mirarle a los ojos y a decirle mentalmente:
Que las cosas que le hacen mal, que le lastiman y que le dan miedo, ya no van a
venir. Y que ahora estas tú para protegerlo, cuidarlo y amarlo. Vas a ver como
ese niño te mira dándote la certeza de que entiende cada una de las palabras
que dices.
8-Lentamente, vas a invertir los roles, vas a pasar a
ser ese niño que está en brazos de su adulto, y que escucha que lo van a
cuidar, a proteger y a amar, sentí cada una de esas palabras y nace en ti la
certeza de que no estás solo, que hay alguien que responde por ti.
9-Respira profundamente y disfruta de este momento.
10-Lentamente, vas a invertir los roles, y vas a ser
nuevamente tu adulto. Ambos se van a mirar, van a sonreír, y van a fundirse en
un fuerte abrazo.
11-Para cerrar los ciclos y dejar de demandar a la
vida, y para sentirnos plenos y libres,
le vas a decir mentalmente, mirándolo a los ojos: “Me siento orgulloso de ti,
de todo lo que has vivido, de todas tus experiencias. Dime cómo lo has pasado;
yo ahora lo asumo; yo ahora me hago cargo de todo lo vivido; yo ahora lo puedo
transmutar”.
12-Antes de finalizar, vas a tomar a tu niño, vas a
ver como se empieza a hacer más pequeño, cada vez más, hasta caber en la palma
de tu mano. Luego, vas a llevarlo al centro de tu corazón, que es donde va a
quedar a partir ahora, es ahí donde vas a buscarlo para saber cómo se encuentra
y qué necesita.
13-Una respiración más, y cuando creas conveniente vas
a abrir tus ojos.
Nota: Este ejercicio es necesario realizarlo todos los
días, y por lo menos, durante seis meses. Y también, cada vez que se presente
una situación que tengas que resolver, vas a traer a tu niño de siete años y le
vas a decir: “Esto lo afrontamos los dos, juntos.”
Ejercicio 2: Liberar creencias
limitantes:
1-Toma todo el tiempo que sea preciso (no intentes hacerlo en un
solo día) para ir enumerando, en papel,
todas las creencias que rigen tu personalidad y tu vida.
2-Una vez que las tengas recuerda cuando y desde de qué o quién
surgieron. No importa si son educacionales o si se gestaron a raíz de una mala
experiencia o si las asumiste porque era lo políticamente correcto o lo que
pensaba la mayoría, sea cual sea su raíz toma nota de ella.
3-Revisa qué ganas manteniéndolas.
4-Plantéate qué pasaría si renunciaras a ellas o las cambiaras por
otras. ¿Qué personas estarían en desacuerdo con esos cambios? ¿Qué tipo de
personas o circunstancias entrarían en tu vida a raíz de esos cambios? ¿Qué
podrías descubrir de ti al cambiar esos dogmas y esas actitudes?
5-Sobre todo no te empeñes en
mantenerlas, date el permiso de descubrir que la vida y tú podéis ser de otra
forma.
Publicar un comentario