domingo, 17 de mayo de 2020

Hackeando Al Inconsciente: El nacimiento

Muchos de nuestros daños suelen tener su origen en la etapa uterina y el nacimiento; y que éste daño es más traumático cuanto más traumático haya sido el proceso de gestación.


Un feto, aún en el seno materno, no sólo percibe, sino que recibe impactos emocionales y conflictos biológicos. Pero no sólo vivencia cuanto ocurre dentro del claustro materno, sino también cuanto ocurre fuera de él. Una especie de percepción extrauterina. Todo evidencia que en los primeros meses de gestación el feto posee una conciencia amplísima, que le permite elegir puntos de focalización perceptiva, de forma que puede percibir lo que sucede incluso fuera del seno materno; capacidad que, poco a poco, mes a mes, se va reduciendo conforme la percepción global se va identificando con un cuerpo, o se va estructurando en forma de cuerpo físico, hasta quedar fundida en él. Perdiendo, así, esa amplia y libre capacidad de percibir desde cualquier ángulo interno o externo. Se ha comprobado que, en estados de comunicación hemisferio derecho e izquierdo, las personas vivencian hechos concretos que sucedieron mientras estaban en el vientre de su madre, hechos que luego se constataron y no pudieron ser, en ningún caso, recuerdo de algo que les contaron.

 

Desde la gestación hasta el nacimiento del bebé, todo lo que la madre ha sentido, pensado y cada conflicto que ha experimentado influyen y marcan el futuro del bebé para toda la vida. Al punto de que muchas de las dolencias que sufra siendo adulto pueden tener su origen en algo que le impactó estando en el útero de la madre.

 

La responsabilidad que se ha puesto en manos de las madres, no tanto de los padres es inmensa. Y no tanto de los padres por el simple hecho de que son las madres, y no los padres, quienes albergan y deben nutrir con su carne, pensamientos y afecto durante nueve meses, una eternidad intrauterina, el proceso de la casi definitiva formación psicológica de su hijo. Y eso, si se quiere hacer bien, exige una forma de ver y entender la maternidad ellas son las que albergan en su seno el más preciado de los frutos. Para ellas es el goce de sentir bullir la vida en su interior pero para ellas es también, no toda, pero sí casi toda la responsabilidad de que ese fruto sea especialmente sano, inteligente y hermoso. La responsabilidad del padre pasa por cómo se comporta y qué actitudes manifiesta que puede llevar a la madre a sumar más estrés o a vivir un estado calma en el proceso.


Distintos estados de percepción.

Primer estadio: ¿Qué siente el embrión?

En la fase inicial embrionaria, en la que el embrión se encuentra en un estado especial de ensoñación que le mantiene en sintonía total con la madre. Corresponde a un estadio altamente onírico en el que el embrión estaría totalmente abierto a los impulsos de la madre. Y esto sin defensas. O sea, que cuanto goza o sufre la madre lo goza o sufre el embrión, y lo goza o sufre sin poderlo evitar y como si fuera algo suyo. Algo que le llega de sí mismo. Si bien lo goza o sufre a un nivel sensorial, ya que aún antes de que se forme el sistema nervioso hay ya comunicación intercelular. Así, las células del embrión secretan reguladores paracrinos que facilitan información e instrucciones a las células vecinas. Existe ya una especie de memoria celular. Además, es ya dentro del primer mes de gestación cuando empieza a formarse el sistema nervioso y los nervios periféricos.

 

En este primer estadio de percepción, que se extiende sólo unas pocas semanas a partir de la concepción, es cuando el embrión se encuentra con el primer gran daño o la primera gran gratificación, y eso va a marcar a fuego al futuro bebé. Y ese daño o gratificación es la carga emotiva que lanza la madre al saberse embarazada. Si recibe la noticia como algo no deseado y mantiene esa actitud durante un tiempo, ese rechazo llega al embrión como un impulso de muerte, como algo que se opone a su proceso de crecimiento, como una amenaza. Es el primer sufrimiento de una vida que quiere nacer. Si bien no se debe dramatizar porque esto es perfectamente superable.

 

Segundo estadio: ¿Qué piensa y siente el embrión-feto?

El segundo estadio incluye la época de madurez embrionaria y los inicios de la época fetal, en la que el cerebro muestra una estructura con circunvalaciones y corresponde a una percepción simbólica ya estructurada. Sigue siendo una percepción sin yo, sin focalización, abierta a todos los impactos, especialmente a los emotivos procedentes de la madre, con la que se mantiene, como en el primer estadio, en una simbiosis total, motivo por el que el bebé inscribe en su sistema nervioso, en sus células, en su cuerpo, todo cuanto emotivamente la madre lleva escrito y cuanto la madre va "escribiendo" en su mente. Y no olvidemos que simbiosis no significa que el cerebro del bebé sea el de la madre sino la existencia ya de dos cerebros, cada uno de ellos con capacidad para recibir y almacenar información; sólo que en ese trasvase de información el sistema nervioso del feto sigue siendo básicamente receptivo, con una receptividad subjetiva que globaliza todo impacto como si el impacto fuera Él. Así, el feto escribe en su sistema nervioso, en sus células, en su cuerpo, todo cuanto emotivamente la madre lleva escrito y cuanto la madre va escribiendo en su mente. La madre transmite incluso al feto sus sueños altamente emotivos. Y el feto los recibe con la misma fuerza que si fuera algo real. Así, pensar recurrente y seriamente en abortar es tan real para el feto como si esa misma madre se sometiera a un auténtico aborto.

 

En este segundo estadio, la madre que vive una constante tristeza, irritación, estrés, peleas con su pareja, especialmente las peleas con gritos, etc., transmite esos sentimientos al feto, que los recibe como suyos. Y que los recibe emocional y físicamente porque una madre triste destila tristeza hormonal y porque una madre que se tensa somete al feto a una presión física insoportable. Y el feto, ese durmiente lúcido, se esfuerza con pies y manos en defenderse del cinturón de dolor que le oprime. Si bien las imágenes que elabora, como ya se ha indicado, son símbolos arquetípicos. Y así, ese peligro de "ahogo" por presión física y emocional procedente de la madre es para el feto un naufragio en el océano amniótico de su claustro materno.

 

No olvidemos que los símbolos primigenios elaborados por los ritmos cerebrales lentos, los ritmos rápidos beta, los de vigilia, todavía no han surgido o no han madurado en el feto, son el soporte en que se sustenta nuestra vida adulta. Así, la visión y sentimiento del Paraíso es un útero gratificante cargado de endorfinas. En tanto que el nacimiento lo vivenciamos como un surgir a un mundo nuevo, inhóspito, un mundo que nos arremete y que en consecuencia exige nos defendamos de él.

 

Tercer estadio: ¿Qué piensa y siente el feto?

El tercer estadio y último intrauterino de percepción se inicia entre el cuarto y sexto mes, momento en que el feto posee un cerebro totalmente estructurado neuralmente y momento ya, en el sexto mes, en que prácticamente podría sobrevivir si naciera. En este estadio, que podemos extender hasta el nacimiento, incluso, hasta la época preverbal, la percepción se caracteriza por la existencia ya de intensos trenes de ondas cerebrales theta, un ritmo cerebral que se caracteriza por su alta emotividad y no menos alta creatividad. Se trata, por tanto, de una percepción analógica -o sea, que establece las relaciones por semejanza, de manera que, por ejemplo, si un niño rechaza a su padre porque le ha pegado se sentirá impelido también a rechazar a cuantos hombres tengan las manos similares a las de su padre. Será una percepción analógica, pero en la que la conciencia muestra ya una notoria focalización. O sea, el proceso de singularización que acabará en la formación de un Yo, es ya más individualizado y, así, el sentimiento de no amor que era sólo sensación cuando se sintió rechazado en el primer estadio ahora toma connotaciones más personales y, según hayan sido los impactos negativos recibidos en su proceso de gestación, ese no amor puede ser sentimiento de rechazo pero también de abandono de o cualquier otro análogo a éstos.

 

Entre los siete y doce años, el niño ha alcanzado ritmos cerebrales beta maduros, que son los ritmos de vigilia, los que nos caracterizan y permiten discernir. O sea, en los tres primeros estadios de percepción el embrión o el feto sufre o goza, y lo sufre o goza de distinta manera y con distinta fuerza según cada uno de esos estadios, los impactos que les llegan de la madre, pero aun sufriéndolos no sabe discernir el porqué de esos impactos ni si le pertenecen o no. Y esto es tan notorio que en la terapéutica uno de los problemas con más resistencia a la curación es el adulto que ha tenido una gestación teñida por un continuado sentimiento negativo de la madre; por ejemplo, la tristeza crónica de ésta, el desamor hacia el feto o, incluso, la indiferencia hacia éste. Porque, en definitiva, todo se reduce a una no comunicación o a una mala comunicación entre la madre y el fruto que está gestando ya que en estos casos el feto, que carece de la capacidad de discernir, o sea, de comprender qué está ocurriendo, une a su unión con la madre, sin poderla enjuiciar, como si fuera algo consubstancial a sí mismo, esa tristeza, desamor, etc. que está recibiendo.

 

De manera que si el sentimiento que recibe es concretamente de desamor, ese sentimiento lo seguirá viviendo, ya nacido, y creerá recibirlo de cuantas personas sean, actúen, etc. de forma análoga a su madre. Es decir, no necesariamente creerá recibirlo de su madre. A ella la justificará porque necesita, para sobrevivir, una buena, o por lo menos soportable,  identificación materna. Pues bien, aun cuando en la terapia el paciente llega a la comprensión de que ese daño lo ha recibido de su madre, aun así se resiste a abandonar ese sentimiento patológico de desamor porque entiende en principio, aunque no conscientemente, que renunciar a ese sentimiento es renunciar a su madre. Y todo humano, para poder vivir, necesita la existencia introyectada de su madre, aun cuando esa imagen le enferme.

 

En este capítulo vamos a trabajar de forma consciente las energías del perdón, realizando este trabajo vas a poder soltar las cargas que te inciden en éste momento en algún área de tu vida. Poder perdonarse y perdonar a las personas que cumplieron el rol de padres en ésta encarnación es muy importante para así poder continuar con nuestras vidas, desde la libertad y el amor de aceptar lo que hemos elegido vivir consciente o inconscientemente.

 

Lo recordemos o no, escogimos a estas personas para ayudarlas a ellas a recordarles lo que es el amor y para que encontremos nuestra zona de equilibrio. Y si tienes hijos a inspirarlos de que ya son amor, y que ya son todo, y que a ti ya no te necesitan.


Arquetipos paternos.

Todos tenemos en nuestro interior cualidades masculinas y femeninas, independientemente de nuestro género, y no se trata de que unas sobresalgan más que las otras, si no de que equilibrar ambas partes en nosotros para llegar a una alquimia perfecta entre lo masculino y lo femenino, de esta forma tendremos acceso a todas las cualidades que permiten realizarnos como seres íntegros.

 

Cualidades del Padre:

El arquetipo del padre es complementario al de la madre. Todos tenemos un padre físico en este u otro plano con sus propias características, de la misma forma todos podemos trabajar en nuestro interior con el arquetipo del padre, de forma independiente a si nuestro padre se ajusta a este ideal y de si somos hombres o mujeres.

 

Si la madre es la tierra fértil donde la semilla encuentra el espacio idóneo para crecer, el padre es la semilla, el potencial. Si la madre tiene que ver con el mundo afectivo, emocional y de relaciones, el padre ejerce su influencia en el exterior.

 

El padre es el que nos da aliento, impulso, vitalidad y entusiasmo para ejercer nuestra influencia en el mundo a través de la acción concreta en el, por eso cualidades como la decisión, organización, disciplina y liderazgo le pertenecen.

 

Entonces para empezar a trabajar las cualidades del padre, tenemos que ser capaces de liderarnos y disciplinarios a nosotros mismos en primer lugar.

 

Un síntoma de que el arquetipo de tu padre puede estar en unas condiciones un tanto deficientes, es el hecho de dejarte llevar siempre por las circunstancias, sin pararte y plantearte muy en serio que es lo que realmente quieres manifestar en tu vida.

Si dejas que sea el entorno quien te defina, es más que probable que te cueste manifestar en tu vida cosas concretas.

Para materializar con concreción necesitas:

1. Saber con claridad que es lo que quieres.

2. Ejecutar un mapa o plan de acción.

3. Tomar decisiones en base a lo que quieres.

4. Establecer pasos sucesivos y pasar a acciones concretas.

 

Para materializar y construir se necesita estructura, igual que un arquitecto diseña sus planos, de la misma forma tenemos que tener una idea general de que queremos hacer en nuestras vidas para después ir concretando.

 

Potenciar el arquetipo de tu padre te ayudará a experimentar tu parte creadora, aquella que te permitirá realizar tus sueños y proyectos, en definitiva auto-realizarte. Brillar está dentro de la naturaleza del padre, desplegar y materializar todo el potencial que se encuentra en el interior de la semilla.

 

Otra de las características del arquetipo padre es su capacidad de protección, desde su sentido de justicia y honor. El arquetipo padre no abusa de su fuerza y poder si no que la utiliza para proteger a los más débiles.

 

El padre protege a sus hijos enseñándoles a poner límites saludables ante los demás, el posee la virtud de ser objetivo e impersonal y de cortar rápidamente, y si es necesario de forma tajante, con situaciones de abuso.

 

Un arquetipo padre sano e integro, también es un proveedor de recursos materiales, el tiene la habilidad de hacer la vida más cómoda y funcional haciendo de soporte estructural para él y su familia.

 

¿Cómo está el arquetipo de tu padre?

Para saber en que estado se encuentra el arquetipo de tu padre puedes empezar a realizarte las siguientes preguntas:

¿Me permito brillar?

¿Me siento pleno y satisfecho?

¿Acabo lo que empiezo?

¿Cuál es mi vocación?

¿Qué es lo que me entusiasma y llena de vitalidad?

¿Soy el dueño, dueña de mi propia vida?

¿Llevo la vida que quiero?

¿Me atrevo a tomar decisiones?

 

En base a tus respuestas, reflexiona y saca tus propias conclusiones.

 

Cualidades de la Madre:

Las cualidades que representan a una madre son el cuidado, la nutrición, atención y amor incondicional. Todos sabemos que hay madres que se acercan más a este modelo y otras que por el contrario se muestran frías e inaccesibles.

 

La madre nos proporciona todos aquellos recursos emocionales y también los recursos materiales para sentirnos cómodos, seguros estables y confiados. Nuestra madre interna posee las mismas características.

 

Si piensas en el arquetipo ideal de la madre te vendrá a la mente la madre acogedora, protectora y dadora de amor. Nutrición no es solo ingerir buenos alimentos, nutrición es sobre todo amor y atención.

 

Los niños que reciben la atención adecuada por lo general son más seguros, equilibrados y resolutivos. De la misma forma, cuando iniciamos un proyecto y este va adquiriendo forma tenemos que alimentarle poniendo amor en cada detalle y buscando los recursos necesarios para que este salga adelante.

 

Tu madre interna, concepto que tienes de como es una madre y como actúas según este concepto, al igual que tu madre física puede expresarse de dos formas: amorosa y no amorosa.

 

Independientemente de como sea tu madre física, siempre puedes cultivar dentro de ti las cualidades de una madre amorosa para aprender a amarte y apoyarte a ti mismo de forma incondicional desde tu yo adulto.


La madre amorosa.

Una madre en su expresión amorosa representa la calidez, la cercanía y el amor incondicional, te apoya incondicionalmente en tus horas altas y sobre todo en tus horas bajas, sin jamás echarte nada en cara.

 

La madre amorosa siempre puede ver las cualidades positivas en ella misma y en los demás y además sabe potenciarlas.

 

Siempre está en tus manos desde tu papel de adulto e independientemente de tu sexo, potenciar a tu madre amorosa interna para amarte, apoyarte y prestarte la atención que mereces, de esta forma no buscarás de forma tan insistente el afecto en los demás. Activar a tu madre amorosa interna es activar tu propia fuente de afecto.

 

La madre no amorosa.

Una madre no amorosa es voluble y distante emocionalmente y puede fallarte de forma reiterada quitándote el apoyo cuando más lo necesitas, la madre no amorosa tiene serias dificultades para nutrirse y valorar lo positivo que hay en ella y por lo tanto no posee herramientas para nutrir y cuidar a los demás.

 

Una madre no amorosa no presta a sus hijos la atención y el afecto que merecen y cuando las cosas o personas no reciben atención (comida, combustible) se apagan y se marchitan. Además una madre no amorosa tiene muchos y constantes altibajos emocionales y cuando se enfada tiende a descargarse en sus hijos que suelen ser a menudo el blanco de sus iras.

 

Otra forma en la que la madre no amorosa se expresa es llenando a sus hijos de cosas materiales como forma de redimir su culpa por no prestarles atención, esto es lo que comúnmente se llama malcriar; los hijos aprovecharán muy bien esta circunstancia y manipularán a la madre para conseguir sus caprichos.

 

¿Cómo está tu madre interna?

Si falla la madre interna, puedes estar haciendo muchas cosas pero no llegar a disfrutar de ellas, entonces rápidamente se pierde la motivación, esto les ocurre a aquellas personas que empiezan muchas cosas o proyectos e incluso relaciones pero enseguida se aburren y al final ese proyecto no fructifica. Si falla la madre, falla la motivación y no somos capaces de recordarnos los motivos internos de nuestros objetivos.

 

Cuando la madre interna funciona en condiciones, te sientes con energía para hacer con entusiasmo todo lo que te propongas. Pero puede ocurrir que el arquetipo de la madre interna no esté bien integrado y entonces estas cualidades faltarán o serán muy deficientes.

 

Respondiendo a las siguientes preguntas comprobarás en que estado se encuentra tu madre interna:

¿Soy capaz de motivarme?

¿Soy capaz de gratificarme?

¿Soy capaz de atraer lo que realmente me gusta?

¿Soy cercano y cálido?

¿Me cuido y me alimento bien?

¿Soy capaz de consolarme?

¿Soy capaz de cuidar y consolar a los demás?

¿Soy capaz de cubrir mis necesidades?

¿Soy capaz de potenciar a los demás?

¿Me apoyo incondicionalmente?

 

Valorar en que medida este arquetipo puede estar debilitado en ti te ayudará a tomar consciencia de nuevas habilidades a adquirir.

 

Una madre amorosa es:

Compasiva

Amable

Afectuosa

Motivadora

Equilibrada

Tienes que saber también que siempre está en tus manos integrar todas estas cualidades dentro de ti, y en la medida en que vas integrando estas cualidades se va produciendo una mejora en la imagen que tú tienes de tu madre.

 

Además cuándo empezamos fortalecer en nosotros las cualidades de una madre amorosa, estamos ayudando a cubrir las necesidades y demandas de nuestro niño herido.

 

Cuando hablo de reconciliación me refiero a un trabajo interior en el que no es necesario cambiar ni modificar nada en tu madre.

 

Tu función como hijo no es cambiar a tu madre, desde ahí te mueves en una negación constante que perpetua el conflicto en tu interior.

 

Se trata de aceptar a tu madre pero cambiar en tu interior lo que no te gusta de ella, tratándote de una forma diferente a como ella lo hacía contigo.

 

En definitiva no se trata de culpar o cambiar a tu madre, sino más bien de descargar un nuevo programa amoroso que te permita experimentar nuevos sentimientos y emociones hacia ti mismo.

 

Ejercicio:

Vas a generar un estado de quietud y serenidad, realizando tres respiraciones profundas, y en cada una de ellas vas a ir entrando en un estado de completa relajación. Vas a crear una zona de paz, equilibrio y comprensión.

 

Ahora, visualiza en tu pantalla mental a la persona con quien quieres trabajar, padre o madre. Para poder crear el vínculo con la persona que elegiste trabajar vas a realizar lo siguiente:

 

1-Imaginando que desde tu corazón sale un cordón de plata y que se une al corazón de la otra persona.

 

2-Tomas otra respiración y vas viendo como el vínculo o lazo que los une se hace más brillante.

 

3-Ahora, desde este vínculo de plata y desde el corazón, le dices:

a-Gracias por recordarme quien soy.

b-Te libero de los juicios.

c-Te libero del tiempo.

d-Te libero del pasado que hemos tenido juntos.

e-Gracias por tener este rol conmigo, que me está ayudando a recordar quien soy, y me acerca a la fuente.

 

4-Pregúntate si podrías mentalmente arrodillarte, delante de éste ser-espíritu que te ha hecho el rol de padre o madre. ¿Podrías arrodillarte mostrando honor y respeto, por la maestría que te ha ofrecido?

 

5-En ésta comprensión y en ésta rendición sin forzar nada, le trasmites el siguiente mensaje de amor:

Si volviera a nacer, te volvería a escoger a ti de madre o padre.

Si volviera a nacer, te volvería a escoger a ti de madre o padre.

Si volviera a nacer, te volvería a escoger a ti de madre o padre.

 

6-Para cerrar el ciclo y dejar de reclamar, de necesitar, y de juzgar a tu madre o tu padre, dile a través de éste vínculo de plata:

Perdónate mamá o papá, porque te has hecho mucho daño.

Te olvidaste también de quien eres, perdónate, no lo supiste hacer mejor, y te olvidaste de que eres luz, eres amor, de que eres ya la paz y la alegría.

 

7-Y aunque tu madre o padre no esté encarnada o encarnado, puedes decirle:

Sé que yo soy tú oportunidad para conseguirlo, porque todos somos lo mismo, tu eres yo, y todos formamos la misma consciencia de unidad.

 

8-Antes de abrir los ojos, visualiza que tomas unas tijeras de plata y cortas éste vínculo que te une con tu madre, esto representa para tu mente dual que ya somos libres.

 

9-Tomas una respiración más y cuando creas conveniente vas a abrir tus ojos.

Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only