Muchos de nuestros daños suelen tener su origen en la
etapa uterina y el nacimiento; y que éste daño es más traumático cuanto más
traumático haya sido el proceso de gestación.
Un feto, aún en el seno materno, no sólo percibe, sino
que recibe impactos emocionales y conflictos biológicos. Pero no sólo vivencia
cuanto ocurre dentro del claustro materno, sino también cuanto ocurre fuera de
él. Una especie de percepción extrauterina. Todo evidencia que en los primeros
meses de gestación el feto posee una conciencia amplísima, que le permite
elegir puntos de focalización perceptiva, de forma que puede percibir lo que
sucede incluso fuera del seno materno; capacidad que, poco a poco, mes a mes,
se va reduciendo conforme la percepción global se va identificando con un
cuerpo, o se va estructurando en forma de cuerpo físico, hasta quedar fundida en
él. Perdiendo, así, esa amplia y libre capacidad de percibir desde cualquier
ángulo interno o externo. Se ha comprobado que, en estados de comunicación
hemisferio derecho e izquierdo, las personas vivencian hechos concretos que
sucedieron mientras estaban en el vientre de su madre, hechos que luego se
constataron y no pudieron ser, en ningún caso, recuerdo de algo que les
contaron.
Desde la gestación hasta el nacimiento del bebé, todo
lo que la madre ha sentido, pensado y cada conflicto que ha experimentado influyen
y marcan el futuro del bebé para toda la vida. Al punto de que muchas de las
dolencias que sufra siendo adulto pueden tener su origen en algo que le impactó
estando en el útero de la madre.
La responsabilidad que se ha puesto en manos de las
madres, no tanto de los padres es inmensa. Y no tanto de los padres por el
simple hecho de que son las madres, y no los padres, quienes albergan y deben
nutrir con su carne, pensamientos y afecto durante nueve meses, una eternidad
intrauterina, el proceso de la casi definitiva formación psicológica de su
hijo. Y eso, si se quiere hacer bien, exige una forma de ver y entender la
maternidad ellas son las que albergan en su seno el más preciado de los frutos.
Para ellas es el goce de sentir bullir la vida en su interior pero para ellas
es también, no toda, pero sí casi toda la responsabilidad de que ese fruto sea
especialmente sano, inteligente y hermoso. La responsabilidad del padre pasa
por cómo se comporta y qué actitudes manifiesta que puede llevar a la madre a
sumar más estrés o a vivir un estado calma en el proceso.
Distintos estados
de percepción.
Primer estadio: ¿Qué
siente el embrión?
En la fase inicial embrionaria, en la que el embrión
se encuentra en un estado especial de ensoñación que le mantiene en sintonía
total con la madre. Corresponde a un estadio altamente onírico en el que el
embrión estaría totalmente abierto a los impulsos de la madre. Y esto sin
defensas. O sea, que cuanto goza o sufre la madre lo goza o sufre el embrión, y
lo goza o sufre sin poderlo evitar y como si fuera algo suyo. Algo que le llega
de sí mismo. Si bien lo goza o sufre a un nivel sensorial, ya que aún antes de
que se forme el sistema nervioso hay ya comunicación intercelular. Así, las
células del embrión secretan reguladores paracrinos que facilitan información e
instrucciones a las células vecinas. Existe ya una especie de memoria celular.
Además, es ya dentro del primer mes de gestación cuando empieza a formarse el
sistema nervioso y los nervios periféricos.
En este primer estadio de percepción, que se extiende sólo unas pocas semanas a partir de la concepción, es cuando el embrión se encuentra con el primer gran daño o la primera gran gratificación, y eso va a marcar a fuego al futuro bebé. Y ese daño o gratificación es la carga emotiva que lanza la madre al saberse embarazada. Si recibe la noticia como algo no deseado y mantiene esa actitud durante un tiempo, ese rechazo llega al embrión como un impulso de muerte, como algo que se opone a su proceso de crecimiento, como una amenaza. Es el primer sufrimiento de una vida que quiere nacer. Si bien no se debe dramatizar porque esto es perfectamente superable.
Segundo estadio: ¿Qué
piensa y siente el embrión-feto?
El segundo estadio incluye la época de madurez
embrionaria y los inicios de la época fetal, en la que el cerebro muestra una
estructura con circunvalaciones y corresponde a una percepción simbólica ya estructurada.
Sigue siendo una percepción sin yo, sin focalización, abierta a todos los
impactos, especialmente a los emotivos procedentes de la madre, con la que se
mantiene, como en el primer estadio, en una simbiosis total, motivo por el que
el bebé inscribe en su sistema nervioso, en sus células, en su cuerpo, todo
cuanto emotivamente la madre lleva escrito y cuanto la madre va
"escribiendo" en su mente. Y no olvidemos que simbiosis no significa
que el cerebro del bebé sea el de la madre sino la existencia ya de dos
cerebros, cada uno de ellos con capacidad para recibir y almacenar información;
sólo que en ese trasvase de información el sistema nervioso del feto sigue
siendo básicamente receptivo, con una receptividad subjetiva que globaliza todo
impacto como si el impacto fuera Él. Así, el feto escribe en su sistema
nervioso, en sus células, en su cuerpo, todo cuanto emotivamente la madre lleva
escrito y cuanto la madre va escribiendo en su mente. La madre transmite
incluso al feto sus sueños altamente emotivos. Y el feto los recibe con la
misma fuerza que si fuera algo real. Así, pensar recurrente y seriamente en
abortar es tan real para el feto como si esa misma madre se sometiera a un
auténtico aborto.
En este segundo estadio, la madre que vive una constante
tristeza, irritación, estrés, peleas con su pareja, especialmente las peleas
con gritos, etc., transmite esos sentimientos al feto, que los recibe como
suyos. Y que los recibe emocional y físicamente porque una madre triste destila
tristeza hormonal y porque una madre que se tensa somete al feto a una presión
física insoportable. Y el feto, ese durmiente lúcido, se esfuerza con pies y
manos en defenderse del cinturón de dolor que le oprime. Si bien las imágenes
que elabora, como ya se ha indicado, son símbolos arquetípicos. Y así, ese
peligro de "ahogo" por presión física y emocional procedente de la
madre es para el feto un naufragio en el océano amniótico de su claustro
materno.
No olvidemos que los símbolos primigenios elaborados
por los ritmos cerebrales lentos, los ritmos rápidos beta, los de vigilia,
todavía no han surgido o no han madurado en el feto, son el soporte en que se
sustenta nuestra vida adulta. Así, la visión y sentimiento del Paraíso es un
útero gratificante cargado de endorfinas. En tanto que el nacimiento lo
vivenciamos como un surgir a un mundo nuevo, inhóspito, un mundo que nos
arremete y que en consecuencia exige nos defendamos de él.
Tercer estadio:
¿Qué piensa y siente el feto?
El tercer estadio y último intrauterino de percepción
se inicia entre el cuarto y sexto mes, momento en que el feto posee un cerebro
totalmente estructurado neuralmente y momento ya, en el sexto mes, en que
prácticamente podría sobrevivir si naciera. En este estadio, que podemos
extender hasta el nacimiento, incluso, hasta la época preverbal, la percepción
se caracteriza por la existencia ya de intensos trenes de ondas cerebrales
theta, un ritmo cerebral que se caracteriza por su alta emotividad y no menos
alta creatividad. Se trata, por tanto, de una percepción analógica -o sea, que
establece las relaciones por semejanza, de manera que, por ejemplo, si un niño
rechaza a su padre porque le ha pegado se sentirá impelido también a rechazar a
cuantos hombres tengan las manos similares a las de su padre. Será una
percepción analógica, pero en la que la conciencia muestra ya una notoria
focalización. O sea, el proceso de singularización que acabará en la formación
de un Yo, es ya más individualizado y, así, el sentimiento de no amor que era
sólo sensación cuando se sintió rechazado en el primer estadio ahora toma
connotaciones más personales y, según hayan sido los impactos negativos
recibidos en su proceso de gestación, ese no amor puede ser sentimiento de
rechazo pero también de abandono de o cualquier otro análogo a éstos.
Entre los siete y doce años, el niño ha alcanzado
ritmos cerebrales beta maduros, que son los ritmos de vigilia, los que nos
caracterizan y permiten discernir. O sea, en los tres primeros estadios de
percepción el embrión o el feto sufre o goza, y lo sufre o goza de distinta
manera y con distinta fuerza según cada uno de esos estadios, los impactos que
les llegan de la madre, pero aun sufriéndolos no sabe discernir el porqué de
esos impactos ni si le pertenecen o no. Y esto es tan notorio que en la
terapéutica uno de los problemas con más resistencia a la curación es el adulto
que ha tenido una gestación teñida por un continuado sentimiento negativo de la
madre; por ejemplo, la tristeza crónica de ésta, el desamor hacia el feto o,
incluso, la indiferencia hacia éste. Porque, en definitiva, todo se reduce a
una no comunicación o a una mala comunicación entre la madre y el fruto que
está gestando ya que en estos casos el feto, que carece de la capacidad de
discernir, o sea, de comprender qué está ocurriendo, une a su unión con la
madre, sin poderla enjuiciar, como si fuera algo consubstancial a sí mismo, esa
tristeza, desamor, etc. que está recibiendo.
De manera que si el sentimiento que recibe es
concretamente de desamor, ese sentimiento lo seguirá viviendo, ya nacido, y
creerá recibirlo de cuantas personas sean, actúen, etc. de forma análoga a su
madre. Es decir, no necesariamente creerá recibirlo de su madre. A ella la
justificará porque necesita, para sobrevivir, una buena, o por lo menos soportable,
identificación materna. Pues bien, aun
cuando en la terapia el paciente llega a la comprensión de que ese daño lo ha
recibido de su madre, aun así se resiste a abandonar ese sentimiento patológico
de desamor porque entiende en principio, aunque no conscientemente, que
renunciar a ese sentimiento es renunciar a su madre. Y todo humano, para poder
vivir, necesita la existencia introyectada de su madre, aun cuando esa imagen
le enferme.
En este capítulo vamos a trabajar de forma consciente
las energías del perdón, realizando este trabajo vas a poder soltar las cargas que te
inciden en éste momento en algún área de tu vida. Poder perdonarse y perdonar a
las personas que cumplieron el rol de padres en ésta encarnación es muy
importante para así poder continuar con nuestras vidas, desde la libertad y el
amor de aceptar lo que hemos elegido vivir consciente o inconscientemente.
Lo recordemos o
no, escogimos a estas personas para ayudarlas a ellas a recordarles lo que es
el amor y para que encontremos nuestra zona de equilibrio. Y si tienes hijos a
inspirarlos de que ya son amor, y que ya son todo, y que a ti ya no te
necesitan.
Arquetipos paternos.
Todos tenemos en nuestro
interior cualidades masculinas y femeninas, independientemente de nuestro
género, y no se trata de que unas sobresalgan más que las otras, si no de que
equilibrar ambas partes en nosotros para llegar a una alquimia perfecta entre
lo masculino y lo femenino, de esta forma tendremos acceso a todas las
cualidades que permiten realizarnos como seres íntegros.
Cualidades del Padre:
El arquetipo del padre es
complementario al de la madre. Todos tenemos un padre físico en este u otro
plano con sus propias características, de la misma forma todos podemos trabajar
en nuestro interior con el arquetipo del padre, de forma independiente a si
nuestro padre se ajusta a este ideal y de si somos hombres o mujeres.
Si la madre es la tierra
fértil donde la semilla encuentra el espacio idóneo para crecer, el padre es la
semilla, el potencial. Si la madre tiene que ver con el mundo afectivo,
emocional y de relaciones, el padre ejerce su influencia en el exterior.
El padre es el que nos da
aliento, impulso, vitalidad y entusiasmo para ejercer nuestra influencia en el
mundo a través de la acción concreta en el, por eso cualidades como la
decisión, organización, disciplina y liderazgo le pertenecen.
Entonces para empezar a
trabajar las cualidades del padre, tenemos que ser capaces de liderarnos y
disciplinarios a nosotros mismos en primer lugar.
Un síntoma de que el
arquetipo de tu padre puede estar en unas condiciones un tanto deficientes, es
el hecho de dejarte llevar siempre por las circunstancias, sin pararte y
plantearte muy en serio que es lo que realmente quieres manifestar en tu vida.
Si dejas que sea el entorno
quien te defina, es más que probable que te cueste manifestar en tu vida cosas
concretas.
Para materializar con
concreción necesitas:
1. Saber con claridad que es
lo que quieres.
2. Ejecutar un mapa o plan de
acción.
3. Tomar decisiones en base a
lo que quieres.
4. Establecer pasos sucesivos
y pasar a acciones concretas.
Para materializar y construir
se necesita estructura, igual que un arquitecto diseña sus planos, de la misma
forma tenemos que tener una idea general de que queremos hacer en nuestras
vidas para después ir concretando.
Potenciar el arquetipo de tu
padre te ayudará a experimentar tu parte creadora, aquella que te permitirá realizar tus sueños y proyectos, en definitiva auto-realizarte. Brillar está dentro de la naturaleza del padre,
desplegar y materializar todo el potencial que se encuentra en el interior de
la semilla.
Otra de las características
del arquetipo padre es su capacidad de protección, desde su sentido de justicia
y honor. El arquetipo padre no abusa de su fuerza y poder si no que la utiliza
para proteger a los más débiles.
El padre protege a sus hijos
enseñándoles a poner límites saludables ante los demás, el posee la virtud de
ser objetivo e impersonal y de cortar rápidamente, y si es necesario de forma
tajante, con situaciones de abuso.
Un arquetipo padre sano e
integro, también es un proveedor de recursos materiales, el tiene la habilidad
de hacer la vida más cómoda y funcional haciendo de soporte estructural para él
y su familia.
¿Cómo está el arquetipo de tu padre?
Para saber en que estado se
encuentra el arquetipo de tu padre puedes empezar a realizarte las siguientes
preguntas:
¿Me permito brillar?
¿Me siento pleno y
satisfecho?
¿Acabo lo que empiezo?
¿Cuál es mi vocación?
¿Qué es lo que me entusiasma
y llena de vitalidad?
¿Soy el dueño, dueña de mi
propia vida?
¿Llevo la vida que quiero?
¿Me atrevo a tomar
decisiones?
En base a tus respuestas,
reflexiona y saca tus propias conclusiones.
Cualidades de la Madre:
Las cualidades que
representan a una madre son el cuidado, la nutrición, atención y amor
incondicional. Todos sabemos que hay madres que se acercan más a este modelo y
otras que por el contrario se muestran frías e inaccesibles.
La madre nos proporciona
todos aquellos recursos emocionales y también los recursos materiales para
sentirnos cómodos, seguros estables y confiados. Nuestra madre interna posee
las mismas características.
Si piensas en el arquetipo
ideal de la madre te vendrá a la mente la madre acogedora, protectora y dadora
de amor. Nutrición no es solo ingerir buenos alimentos, nutrición es sobre todo
amor y atención.
Los niños que reciben la
atención adecuada por lo general son más seguros, equilibrados y resolutivos.
De la misma forma, cuando iniciamos un proyecto y este va adquiriendo forma
tenemos que alimentarle poniendo amor en cada detalle y buscando los recursos
necesarios para que este salga adelante.
Tu madre interna, concepto
que tienes de como es una madre y como actúas según este concepto, al igual que
tu madre física puede expresarse de dos formas: amorosa y no amorosa.
Independientemente de como
sea tu madre física, siempre puedes cultivar dentro de ti las cualidades de una
madre amorosa para aprender a amarte y apoyarte a ti mismo de forma
incondicional desde tu yo adulto.
La madre amorosa.
Una madre en su expresión
amorosa representa la calidez, la cercanía y el amor incondicional, te apoya
incondicionalmente en tus horas altas y sobre todo en tus horas bajas, sin
jamás echarte nada en cara.
La madre amorosa siempre
puede ver las cualidades positivas en ella misma y en los demás y además sabe
potenciarlas.
Siempre está en tus manos
desde tu papel de adulto e independientemente de tu sexo, potenciar a tu madre
amorosa interna para amarte, apoyarte y prestarte la atención que mereces, de
esta forma no buscarás de forma tan insistente el afecto en los demás. Activar
a tu madre amorosa interna es activar tu propia fuente de afecto.
La madre no amorosa.
Una madre no amorosa es
voluble y distante emocionalmente y puede fallarte de forma reiterada
quitándote el apoyo cuando más lo necesitas, la madre no amorosa tiene serias
dificultades para nutrirse y valorar lo positivo que hay en ella y por lo tanto
no posee herramientas para nutrir y cuidar a los demás.
Una madre no amorosa no
presta a sus hijos la atención y el afecto que merecen y cuando las cosas o
personas no reciben atención (comida, combustible) se apagan y se marchitan.
Además una madre no amorosa tiene muchos y constantes altibajos emocionales y
cuando se enfada tiende a descargarse en sus hijos que suelen ser a menudo el
blanco de sus iras.
Otra forma en la que la madre no amorosa se expresa es llenando a sus hijos de cosas materiales como forma de redimir su culpa por no prestarles atención, esto es lo que comúnmente se llama malcriar; los hijos aprovecharán muy bien esta circunstancia y manipularán a la madre para conseguir sus caprichos.
¿Cómo está tu
madre interna?
Si falla la madre interna, puedes estar haciendo muchas
cosas pero no llegar a disfrutar de ellas, entonces rápidamente se pierde la
motivación, esto les ocurre a aquellas personas que empiezan muchas cosas o
proyectos e incluso relaciones pero enseguida se aburren y al final ese
proyecto no fructifica. Si falla la madre, falla la motivación y no somos
capaces de recordarnos los motivos internos de nuestros objetivos.
Cuando la madre interna funciona en condiciones, te
sientes con energía para hacer con entusiasmo todo lo que te propongas. Pero
puede ocurrir que el arquetipo de la madre interna no esté bien integrado y
entonces estas cualidades faltarán o serán muy deficientes.
Respondiendo a las siguientes preguntas comprobarás en que
estado se encuentra tu madre interna:
¿Soy capaz de motivarme?
¿Soy capaz de gratificarme?
¿Soy capaz de atraer lo que realmente me gusta?
¿Soy cercano y cálido?
¿Me cuido y me alimento bien?
¿Soy capaz de consolarme?
¿Soy capaz de cuidar y consolar a los demás?
¿Soy capaz de cubrir mis necesidades?
¿Soy capaz de potenciar a los demás?
¿Me apoyo incondicionalmente?
Valorar en que medida este arquetipo puede estar
debilitado en ti te ayudará a tomar consciencia de nuevas habilidades a
adquirir.
Una madre amorosa
es:
Compasiva
Amable
Afectuosa
Motivadora
Equilibrada
Tienes que saber también que siempre está en tus manos
integrar todas estas cualidades dentro de ti, y en la medida en que vas
integrando estas cualidades se va produciendo una mejora en la imagen que tú tienes
de tu madre.
Además cuándo empezamos fortalecer en nosotros las
cualidades de una madre amorosa, estamos ayudando a cubrir las necesidades y
demandas de nuestro niño herido.
Cuando hablo de reconciliación me refiero a un trabajo
interior en el que no es necesario cambiar ni modificar nada en tu madre.
Tu función como hijo no es cambiar a tu madre, desde ahí
te mueves en una negación constante que perpetua el conflicto en tu interior.
Se trata de aceptar a tu madre pero cambiar en tu interior
lo que no te gusta de ella, tratándote de una forma diferente a como ella lo
hacía contigo.
En definitiva no se trata de culpar o cambiar a tu madre,
sino más bien de descargar un nuevo programa amoroso que te permita
experimentar nuevos sentimientos y emociones hacia ti mismo.
Ejercicio:
Vas a generar un estado
de quietud y serenidad, realizando tres respiraciones profundas, y en cada una
de ellas vas a ir entrando en un estado de completa relajación. Vas a crear una
zona de paz, equilibrio y comprensión.
Ahora, visualiza en tu
pantalla mental a la persona con quien quieres trabajar, padre o madre. Para poder
crear el vínculo con la persona que elegiste trabajar vas a realizar lo
siguiente:
1-Imaginando que desde
tu corazón sale un cordón de plata y que se une al corazón de la otra persona.
2-Tomas otra
respiración y vas viendo como el vínculo o lazo que los une se hace más
brillante.
3-Ahora, desde este
vínculo de plata y desde el corazón, le dices:
a-Gracias por
recordarme quien soy.
b-Te libero de los juicios.
c-Te libero del tiempo.
d-Te libero del pasado
que hemos tenido juntos.
e-Gracias por tener
este rol conmigo, que me está ayudando a recordar quien soy, y me acerca a la
fuente.
4-Pregúntate si podrías
mentalmente arrodillarte, delante de éste ser-espíritu que te ha hecho el rol
de padre o madre. ¿Podrías arrodillarte mostrando honor y respeto, por la
maestría que te ha ofrecido?
5-En ésta comprensión y
en ésta rendición sin forzar nada, le trasmites el siguiente mensaje de amor:
Si volviera a nacer, te volvería a escoger a ti de madre o
padre.
Si volviera a nacer, te volvería a escoger a ti de madre o
padre.
Si volviera a nacer, te volvería a escoger a ti de madre o
padre.
6-Para cerrar el ciclo
y dejar de reclamar, de necesitar, y de juzgar a tu madre o tu padre, dile a
través de éste vínculo de plata:
Perdónate mamá o papá, porque te has hecho mucho daño.
Te olvidaste también de quien eres, perdónate, no lo supiste
hacer mejor, y te olvidaste de que eres luz, eres amor, de que eres ya la paz y
la alegría.
7-Y aunque tu madre o
padre no esté encarnada o encarnado, puedes decirle:
Sé que yo soy tú oportunidad para conseguirlo, porque todos
somos lo mismo, tu eres yo, y todos formamos la misma consciencia de unidad.
8-Antes de abrir los
ojos, visualiza que tomas unas tijeras de plata y cortas éste vínculo que te
une con tu madre, esto representa para tu mente dual que ya somos libres.
9-Tomas una respiración más y cuando creas conveniente vas a abrir tus ojos.
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