Científicos como el Dr. alemán Fritz Popp (1975) o el australiano Ross Adey (1978) describen señales electromagnéticas como medio de comunicación dentro del organismo y de integración de células, órganos y sistemas de nuestro cuerpo de una forma rápida y eficiente. El primero, estudió el ADN como estructura que emite reguladores endógenos, señales de naturaleza electromagnética que instruyen las células del organismo como funcionar, comportándose como una antena emisora y receptora de señales necesarias para la vida. Adey determinó que las membranas celulares funcionaban también como un centro de comunicaciones dentro del cuerpo, oscilando o resonando con unas características mensurables de forma, frecuencia y amplitud típicas para la célula “la ventana de Adey”. Dentro de estos criterios, las células regulan sus actividades y envían y reciben información a su entorno. Pueden pues también ser estimuladas desde el exterior de forma positiva (como en la Biorresonancia) o negativa (como por ejemplo por ondas de telefonía móvil o radares o campos eléctricos o magnéticos del entorno ).
De concebir los acontecimientos de nuestro organismo como reacciones bioquímicas, realizadas por medio de neurotransmisores u hormonas por ejemplo, pasamos a una concepción biofísica de la integración del organismo: todos los mecanismos inherentes a la vida están regidos por ondas electromagnéticas. Asistimos pues, a un cambio de paradigma en la comprensión de los fenómenos que rigen nuestro cuerpo.
Facilitaron la comprensión de estos procesos los estudios del ingeniero e hidrólogo francés L.C. Vincent, creador de la Bioelectrónica y cofundador con el Dr. Morell, que veremos de nuevo más adelante, de la Sociedad Internacional de Bioelectrónica Vincent. Vincent estudió el impacto de las propiedades fisicoquímicas del agua corporal y los líquidos biológicos en el mantenimiento de la salud. El agua es el principal intercomunicador celular, capaz de almacenar esta energía electromagnética, por la estructura bipolar de su molécula, y lo hará tanto mejor cuanto más libre esté de minerales y de sustancias nocivas en solución.
Contribuyeron enormemente también a la Biorresonancia los estudios de otros científicos como Pischinger, Voll, Schumacher y sobre todo Hans Brüggemann. Este último acuña el término Biorresonancia, sienta sus principios y fue uno de sus principales promotores. La etimología del término también es muy aclaratoria: del latín “resonare”: la prolongación del sonido o eco y “bios”: vida, el eco de la vida.
Los alemanes el Dr. Morell y su yerno el Ingeniero Erich Rasche en 1977 crearon el sistema Mora para realizar terapias de Biorresonancia, basándose en conocimientos de la acupuntura china, la homeopatía y en especial la Electro-acupuntura de Voll y en los criterios procedentes del principio de oscilación celular. En paralelo, el ingeniero alemán Paul Schmidt llevó a cabo desde 1976 investigaciones con un generador de frecuencias a las que expone el organismo, consiguiendo con las resonancias generadas extraordinarios resultados. Crea así el método de Biorresonancia según Paul Schmidt.
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