El sueño de Carl Jung:
“Tuve un sueño que me asustó y me animó a la vez. Era
de noche, y me encontraba en un lugar desconocido. Avanzaba con dificultad
contra un fuerte viento. Una densa bruma lo cubría todo. En mis manos en forma
de copa, tenía una débil luz que amenazaba con extinguirse a cada momento. Mi
vida dependía de esta débil luz, que yo protegía preciosamente. De pronto, tuve
la impresión de que algo avanzaba detrás de mí. Miré hacia atrás y percibí la
forma gigantesca de un ser que me seguía, pero, al mismo tiempo, fui consciente
de que, a pesar de mi terror, debía proteger mi luz a través de las tinieblas y
contra el viento. Al despertarme, me di cuenta de que la forma monstruosa era
mi sombra, formada por la pequeña llama que tenía encendida en medio de la
tormenta. Sabía también que esta frágil luz era mi conciencia, la única luz que
poseía. Enfrentada al poder de las tinieblas, era una luz, mi única luz”.
La sombra es el material psíquico que se ha
cristalizado en el inconsciente. Comparable a una luz, el yo consciente produce
un área oscura inconsciente: la sombra.
La sombra es todo lo que hemos arrojado al inconsciente
por temor a ser rechazados por las personas de las cuales dependíamos, padres,
hermanos, y los más allegados. Nuestro mayor temor era perder sus afectos
decepcionándolos o creándoles un malestar a causa de nuestros comportamientos,
o de algunos aspectos de nuestra personalidad. Pronto discernimos lo que era
aceptable a sus ojos y lo que no lo era, entonces, para agradarles, nos
apresuramos a relegar grandes porciones de nosotros mismos a las prisiones del
inconsciente. Empleamos todo los medios a nuestro alcance para eludir hasta la
más mínima desaprobación verbal o a través de una actitud que lo demostrara,
por parte de las personas a las que amábamos o de las que dependíamos.
Por necesidad de aprecio, nos adaptamos a las
exigencias, las reglas y las leyes de nuestro medio. Y terminábamos relegando
todo lo que parecía desagradable o lo que pudiera atentar contra la aceptación
que queríamos obtener.
Poco a poco, se construyó en el fondo de nosotros
mismos todo un mundo oculto hecho de represiones y de rechazos acumulados
durante los años de nuestra infancia. Finalmente, nos encontramos sentados
sobre una especie de volcán psíquico que amenaza con entrar en erupción a cada
momento. A esta energía psíquica comprimida, pero siempre viva y activa, le
llamamos la sombra. La sombra es ese oscuro tesoro compuesto de los traumas,
daños, situaciones que nos marcaron en nuestra niñez, los apegos, los síntomas
neuróticos, y los talentos y dones no desarrollados.
La sombra exige sin cesar ser reconocida y explotada,
ella forzará la puerta de entrada del yo consciente y lo invadirá. Por otro
lado, si le damos la bienvenida, nos ayudará a nuestro proceso de despertar y
nos mostrará toda su riqueza, para que la explotemos. El trabajo con la sombra
se trata de reintegrar en la zona del yo consciente, todo lo que está oculto en
nuestro inconsciente y hacerlos nuestro, con el fin de lograr la unión de todas
nuestras partes que han sido reprimidas por temor a ser rechazados.
Si no reconocemos nuestra sombra se volverá contra
nosotros, activando estados de inestabilidad psíquica y emocional, para luego
entrar en una polaridad y el caos, donde los siguientes estados son estrés,
depresión, angustia, derrota, culpa, etc.
Siempre preferimos caminar guiados por la luz. Esto
nos impide ver la sombra que nos sigue, que casi siempre es percibida por los
demás antes que por nosotros.
Ahora, vamos a conocer y a trabajar con tu sombra, daremos los primeros pasos para que vayas ejercitando el músculo de la aceptación y la integración.
Ejercicio
con la sombra:
1-Haz una lista
de todas las cosas que necesitas y esperas de las demás personas.
Ejemplo:
-Aceptación y/o aprobación.
-Consideración.
-Respeto.
-Atención.
2-Toma de
consciencia:
No puedes cambiar nada
que tenga que ver con otro, ya se trate de su comportamiento y/o actitud. Estar
esperando que alguien cambie es agotador y del todo frustrante. No puedes estar
esperando de los demás, aquello que no quieren o no saben dar. No puedes
pretender que sean como tú consideras que deberían ser, ni te puedes empeñar en
que sus circunstancias se transformen según tu criterio. Cuando la presencia,
la personalidad o las circunstancias de alguien te molestan, te obsesionan o te
entristecen, tienes dos opciones; la primera es simple: aléjate de esa persona.
La segunda es: aceptarla tal y como es y darle el permiso para que crezca, para
que sea feliz.
Sea cual sea la decisión
que tomes, pregúntate por qué te irrita o te entristece, que rasgo tiene que te
da la ocasión de descubrir algo de ti o de trabajar alguna cualidad que no sea
usual en tu vida y sin embargo sea necesaria. Pregúntate qué aspecto refleja de
ti, qué parte ha ser trabajada o transformada de tu personalidad o de tu ego
proyectas en esa persona. Y sobre todo pregúntate para qué has atraído a esa
persona hasta a ti, o para qué la mantienes en tu vida. ¿Qué ganas tú? No
contestes que no sacas nada porque siempre, absolutamente siempre, aunque
nuestro ego nos impida vislumbrarlo, obtenemos algo.
Y por último, acepta la necesidad
en ti de aprobación, atención, reconocimiento, etc., dale el lugar que te está
pidiendo, abrázala sin resistencias, es una parte tuya que quiere volver a su
fuente, quédate unos momentos con ella. Luego, renuncia a esa necesidad, si la
esperas de una persona allegada a ti, le vas a decir mentalmente a esa persona
mentalmente y desde tu corazón, renuncio a todo lo que necesito que me des,
renuncio a tu aprobación, renuncio a tu aceptación, porque ahora estoy yo para
darme todo lo que mi Ser necesita. Gracias.
Deja que vengan todas las
sensaciones, emociones y sentimientos, deja que el proceso fluya sin
resistencia. Continúa en este estado hasta que la intensidad desaparezca.
Cuando creas conveniente vas a abrir tus ojos.
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