martes, 19 de mayo de 2020

El Cerebro y el Proceso Evolución

El cerebro está estructurado, tanto macroscópica como microscópicamente, para absorber y captar información nueva, luego, almacenarla como una rutina. Cuando ya no aprendemos cosas nuevas o dejamos de cambiar antiguas costumbres, sólo nos queda vivir la rutina. Pero el cerebro no está diseñado simplemente para dejar de aprender. Cuando ya no actualizamos al cerebro con información nueva, este se configura de manera estructurada y se satura de programas de conducta automáticos que ya no contribuyen a la evolución.


La adaptabilidad es la capacidad de cambiar. Somos inteligentes y capaces. Podemos en el lapso de una vida, aprender cosas nuevas, romper con viejos hábitos, cambiar nuestras creencias y percepciones, superar circunstancias difíciles, dominar aptitudes y, de manera misteriosa, convertirnos en seres diferentes. Nuestro gran cerebro es el instrumento que nos permite avanzar a un ritmo acelerado. Como seres humanos, parecería que solo es una cuestión de elección. Si la evolución es nuestro aporte al futuro, entonces nuestro libre albedrío es el modo que iniciamos el proceso.


Sin embargo, la evolución debe empezar por cambiar al individual. Para alentar la idea de empezar por uno mismo, piense en la primera criatura, por ejemplo, el integrante de una manada con una conciencia grupal estructurada, que decidió separarse del comportamiento habitual del resto. A cierto nivel, la criatura debe haber intuido que actuar de una manera nueva y romper con la conducta normal de la especie podía asegurar su propia supervivencia y, probablemente, el futuro de sus congéneres. ¿Quién sabe? Tal vez incluso nuevas especies enteras fueron creadas de ese modo. 


Para dejar atrás lo que se considera normal en el seno de la convención social y crear una nueva mente, se necesite ser un individuo, esto vale para cualquier especie. Ser intransigente con respecto a la propia visión de un yo nuevo y mejorado, y abandonar las anteriores formas de ser que uno tenía, también puede codificarse en tejido viviente para las nuevas generaciones, la historia recuerda a los individuos por semejante distinción. Entonces la verdadera evolución es usar la sabiduría genética de las experiencias pasadas como materia prima para nuevos desafíos.

 

El modelo mecanicista nos dice que el cerebro, en esencia, está configurado con circuitos que no admiten cambios: que poseemos o, mejor dicho, que somos poseídos por una especie de rigidez neuronal que se refleja en el tipo inflexible y habitual de conducta que solemos ver. La verdad es que somos maravillas de flexibilidad, de adaptabilidad y de una neuroplasticidad que nos permite reformular y reprogramar nuestras conexiones neuronales y producir las conductas que queremos. Tenemos mucho más poder para alterar nuestro propio cerebro, nuestro comportamiento, nuestra personalidad y, en definitiva, nuestra realidad, de lo que creíamos posible. (Joe Dispenza)

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